lunes, 25 de marzo de 2013

Amanece que no es poco



N. del A. Me había prometido no escribir sobre política durante algún tiempo, pero se ve que con la política es imposible no faltar a la palabra dada. El otro día comentaba en un blog amigo sobre las películas de cine español y al hablar de ésta se me vino a la cabeza que nuestro país es un lugar tan absurdo como el argumento de esta película rodada en la Sierra del Segura.
Año IV, opus 128


Cuando José Luis Cuerda rodó "Amanece que no es poco" con un guión que recreaba situaciones y personajes absurdos en un pequeño pueblo perdido de la mano de Dios, poco sospechaba que veinte años después España se iba a convertir en un escenario tan absurdo y delirante como el de la genial comedia. Muchas son las escenas de la película que me recuerdan nuestro presente, este presente raro y diferido como las indemnizaciones simuladas, que nos conduce a no sabemos dónde y nos trae añoranza de tiempos pasados que, no lo olvidemos, tampoco nos parecían buenos. Baste mencionar algunos lances de la película que nos recuerdan a la situación actual:

Allí los hombres brotaban silvestres
en los bancales. Es más ecológico
 que buscar novio en internet
Como los habitantes de  aquel pueblo, los españoles nos hemos acostumbrado a ver con absoluta normalidad lo más increíble, hechos  inimaginables en tiempos no muy lejanos,  exhibiendo la resignación de quien se enfrenta a lo inevitable. A pesar de las mareas ciudadanas, de las conversaciones de café y de los hervores en las redes sociales, se acepta resignadamente la idea, propagada intencionadamente sin duda, de que lo peor está por venir y que mejor se está de tuerto que de ciego. De este modo se explica que se hagan huelgas salvajes, no para mejorar, sino para conseguir que la reducción del sueldo sea inferior a lo previsto.

Esta resignación estoica ayuda a algunos a pasar por alto los gags más dementes que nuestros histriónicos gobernantes han representado en los últimos tiempos, como por ejemplo,  facilitar los despidos para crear más empleo, fomentar la actividad de los casinos mientras se penaliza la de los teatros o confundir los golpes de estado con manifestaciones populares, precisamente el rasgo más conocido, junto con las urnas, de una democracia.
El munícipe por antonomasia,
con su turgente querida

En aquella película, brotaban silvestres los hombres guapos en los bancales; en las tierras de nuestra España, abonadas con sudor y descaro, medran especies vivaces de tesoreros y oportunistas que lo invaden todo y que tienen hojas de cualquier color político con la savia negra del color de su dinero. Estos políticos que se guisan en pepitoria la gallina que nunca puso huevos de oro, son personajillos que se han creído a pie juntillas el rol del alcalde que encarnaba José Luis Alonso, es decir, se creen que ellos son necesarios y los ciudadanos somos contingentes, cuando es al contrario.

Además,  se permiten planificar unas políticas cambiantes de un momento a otro, como aquellos surrealistas exiliados argentinos que un día olían bien y al siguiente montaban en bicicleta y que nos llevan a situaciones tan absurdas como defender la sanidad pública privatizando los hospitales, como rescatar al prestamista y no al desahuciado, o plantear una mejora de la calidad de la educación  mediante la original idea de enseñar menos arte a nuestros pequeños a cambio de enseñarles a hacer negocios (emprendedores lo llaman). Tal vez piensen que faltan negociantes y buscavidas en nuestros pagos. O tal vez pretendan dar las calificaciones "en negro" y dentro de un sobre para avezar a los alumnos y alumnas en las herramientas del poder, o tal vez, consigan que el alumnado se sienta reprimido y perjudicado por una reválida impuesta como sucedió a los escolares de la escuela del cinematográfico pueblecito.

Los escolares se rebelaban ante una educación anticuada.
Tome nota, señor ministro, tome nota
Lo más terrible es que el peligro siempre presente de esta España surrealista y prodigiosa es que acabemos igual que el film de Cuerda: con un guardia civil disparando contra el prodigio. Es un final recurrente en la historia de España y conocido por los que aún aprendimos historia en el colegio.
El cabo se "cagaba en el misterio"  de que
amaneciera por donde no lo esperaba la
Autoridad. Amanezcamos mañana por donde
nos dé la gana.
Y no queremos verlo como sucedió hace ahora treinta y dos años.

2 comentarios:

  1. Plenamente GENIAL. Tocas todo y a todos, con la sutileza e ironía, usando el surrealismo que tanto te gusta. Una entrada gloriosa. Me ha encantado.

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  2. →Marisa: creo que no he tocado a todos, que haría falta un vademecum de gentuza a la que señalar con el dedo, pero te agradezco mucho que me digas todo eso y también te agradezco que cuando no te gusta, también me lo dices.
    Ug


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Sus comentarios son bienvenidos, muchas gracias.

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